A pesar de que las comunicaciones (tanto las físicas como las virtuales) cada vez hacen más estrechas las distancias entre diferentes partes del mundo, Islandia sigue siendo una gran desconocida. Es por ello que, cuando uno encuentra locales tan bonitos como el Kex Hostel, en Reikiavik, lo mejor que puede hacer es compartirlos.

Se trata en realidad de un albergue, pero su decoración es tan cuidada que rompe absolutamente con la imagen tradicional (lugares de paso, con poco esmero decorativo, para gente joven que no quiere gastarse demasiado dinero) que de este tipo de establecimientos tenemos. Está ubicado en una antigua fábrica de galletas ("kex" significa "galleta" en islandés) cuyas tres plantas fueron derribadas para reconstruir el lienzo en blanco resultante.

Una vez que los suelos fueron reconstruidos con madera recuperada, el propietario y su esposa viajaron por toda Europa y EEUU para conseguir el mobiliario y los accesorios que se adecuaran al pasado industrial del edificio, especialmente piezas de la mitad del siglo pasado, así como elementos de lo más originales, como un banco de una antigua iglesia amish, lámparas de bunkers de la II Guerra Mundial, armarios de estanco, etc.

El resultado salta a la vista.  

Imágenes: Trenland
 

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