No, no me he vuelto loco. Ya sé que todavía falta más de un mes para volver a clase, pero es que en este post vamos a visitar lo que en su día fue una escuela de la II República y en la actualidad es el refugio burgalés del interiorista bilbaíno Mikel Larrinaga.

Hace unos días os mostraba la actuación llevada a cabo por Larrinaga en una pastelería bilbaína, transformada en una preciosa vivienda, y cuál fue mi sorpresa al abrir la revista Nuevo Estilo de este mes y encontrarme con otro de sus proyectos, en este caso para disfrute personal. 

La pequeña escuela, descubierta por casualidad, era un edificio abandonado en un pueblo del norte de Burgos. El buen hacer del interiorista bilbaíno la ha convertido en una casa acogedora en la que se ha mantenido lo máximo posible su hechura original: tablones, vigas, ventanas. La decoración está formada por una mezcla de procedencias: brocantes franceses, desembalajes de la zona, anticuarios, viajes del propietario, que conviven armoniosamente con mobiliario de Ikea o textiles de Zara Home, por ejemplo.






Todo son aciertos en esta casa, pero si tuviera que quedarme sólo con algunos serían, en primer lugar, los numerosos guiños al uso pasado del edificio, como la pizarra de la cocina, los globos terráqueos, las láminas de herbario en la pared del recibidor, o el mantenimiento de la tarima elevada de la vieja escuela. Y en segundo lugar la sabia incorporación de piezas icónicas, como los taburetes Tolix que aparecen en diversas estancias de la casa.





Cada día admiro más la obra de Mikel Larrinaga. ¿Qué opinas?

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