Yo, ante la puerta de un mercadillo, de una Feria de Desembalaje o de un brocante soy como un niño ante la de una tienda de chucherías, anticipando con ansia lo que hay más allá, entreviendo, casi sin ver, porque las ganas de entrar no me dejan pensar con claridad. Esto, que puede parecer una hipérbole, pero que no se aleja demasiado de la realidad, hace que, una vez dentro, los objetos dispersos por los diferentes stands se amontonen en mi cerebro, sin una definición clara. Me ha pasado en numerosas ocasiones que, una vez en casa, viendo las fotos, me he dado cuenta de tal o cual objeto que allí, in situ, me había pasado desapercibido.

Así que en esta ocasión, con motivo de la Feria de Desembalaje de Irún, que ha tenido lugar este pasado fin de semana, decidí controlarme, verla tranquilamente y, sobre todo, enfocando mi atención en objetos determinados. Esta vez las fotos son más detalladas: botes antiguos de pimentón, un teléfono retro con forma de Mickie Mouse, una ajada (pero llena de encanto) mesita de carnicero, los deliciosos cojines de lino y las piezas de cerámica del País Vasco francés, de El Taller de Chloé, o esa preciosa lámpara Fase de Atelier 11.

También se grabaron en mi retina los chulísimos robots retro, las viejas cestas de madera (geniales para ordenar los juguetes en la habitación de los peques), los quinqués y ese original cartel TOTAL (un puntazo en cualquier salón), todo de El Viejo Almacén. Magnífica también la colección de jarrones sixties de los bilbaínos de Tokyostory, o esa maravillosa lámpara de colores que me tentó desde que entré (ando buscando lámpara para el salón) y que dejó de hacerlo una vez supe el precio, ¡mardito parné!.









Pero, ¿pensabáis que me había ido sin nada? Imposible!!! Llevaba tiempo detrás de una piña cubitera, años 60, y en cuanto vi la de la anterior imagen comencé a rezar para que se ajustara a mi presupuesto. Zalamero como soy (lo dice la amiga Teresa de El Viejo Almacén), y muy dado al regateo, la piña al final ha acabado en mi casa. Es una pieza estupenda, italiana, y ya luce en un rinconcito de mi salón. ¡Ah! se la compré a Raphael, de RG Antiquités, de Hendaya.


Como habéis comprobado, esta vez no se me pasó detalle, jejeje.

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